Fecha
04 / 08 / 2021

Crear un espacio de reflexión en dónde confluyan experiencias, puntos de vista y orígenes disciplinares diversos, ha sido el sentido de la propuesta que el Seminario Internacional de Transdisciplina, innovación y Aprendizaje, Rizomas se propuso.

El aprender, es un ejercicio que no depende de instituciones, depende de un acervo cultural que ha propiciado la evolución y organización de lo viviente; lo vivo aprende para adaptarse a través de las circunstancias, del entorno, de la complejidad, de lo que emerge.

Los desafíos de nuestra era se organizan así: son complejos, dinámicos, emergentes y altamente interconectado, es decir, no pertenecen a ninguna disciplina en particular, ergo, no son factibles de solucionar desde ese reduccionismo propio de las burbujas abstractas de las disciplinas. Quizás, es desafío mayor que tenemos enfrente, es asimilar que nuestros problemas no son sólo técnicos, sino que filosóficos y espirituales, esto es, respecto a nuestro modo de vida.

Una reflexión que emana es, ¿cómo seremos capaces ahora de crear las condiciones que permitan a las nuevas generación lo necesario para enfrentar los desafíos globales sancionados por la crisis socioambiental?. Decimos ‘lo necesario’, en el entendido que ahí reside la oportunidad de cuestionar(nos), de redefinir(nos), asimilar transversalmente que si seguimos insistiendo en modelos lineales, secuenciales, unidimensionales, que castigan el error, que buscan la eficiencia, no seremos capaces de crear las competencias, habilidades y posibilidades creativas de nuestra especie para vincularnos con el flujo de transformaciones que nuestra era nos expone.

Una segunda reflexión, es el vehículo que la tecnología nos ofrece. A decir, contradictoriamente, el avance exponencial provocado por la primera máquina a vapor (Newcomen, 1712), desencadenó una aceleración tecnológica nunca vista es además en gran medida el origen nuestros padecimientos. Por una parte, nos ha entregado una mejora en las condiciones de vida, por otra, las consecuencias entrópicas son innegables. Contradictoriamente, porque pese a nuestra innegable capacidad como seres pensantes, es en la tecnología, en donde a estas alturas podemos encontrar una ayuda vital para diseñar el nuevo mundo, administrar la complejidad, recuperar el pensamiento sistémico, crear la integración que requerimos para domar los desastres inminentes. Hoy, sin ella, no somos capaces de revertir las circunstancias.

La última reflexión, surge de la apatía que los modelos impuestos para crear ecosistemas de aprendizaje generan. En nuestros sistemas educacionales, no nos enseñan a conocernos, sin conocernos, no podemos saber qué nos motiva, sin conocer qué nos motiva, no podemos aprender, no emerge el fenómeno. Recitar, no permite crear, repetir, no permite explorar, sin exploración, no descubrimos, ergo, el error surge de una calificación, no necesariamente de un proceso. Debemos crear modelos que permitan crear, conocernos, explorar, construir preguntas, crear caminos que nos conduzcan a errores, que nos permitan situar con sentido de realidad lo que vamos experimentando en el proceso. No existe ‘el’ método, existen patrones que sí pueden ser utilizados para construir procesos, para que los guías (profesores, padres, tutores, etc.) acompañen el camino, no entregando las respuestas, sino que dando soporte a la experiencia, al camino, a la incertidumbre.

Ante todo, el aprender es un verbo que depende de experiencias, no de datos ni teorías.